La humanidad en el diseño

A veces me pregunto si haber elegido «muy, muy, muy humanos» como tagline de LEVEDAR nos deja en una posición egocéntrica y narcisista. Está quizás bailando entre lo obvio y lo arrogante, pero la humanidad es al diseño lo que la blazer negra de Zara a un fondo de armario.

El diseño y el público

A lo largo de nuestra trayectoria nos hemos encontrado de forma continua con la demanda por parte de clientes de un «nuevo logotipo» para su empresa con el pretexto de un cambio de rumbo empresarial, ampliación de servicios o renovación de su identidad visual. Sin ningún tipo de compromiso, nos detenemos a explicar que lo que necesitan no es un logotipo, si no una identidad corporativa. Y nos detenemos porque lo creemos necesario y razonable.

No es responsabilidad del público conocer qué problemas comunicativos soluciona el diseño, ni saber cuáles son las herramientas con las que cuenta una empresa que decide invertir en diseñar su identidad: no es su responsabilidad porque nadie les ha explicado en qué consiste, por qué se toman determinadas decisiones en diseño y porque siempre ha existido un halo de ocultismo en cuanto al coste de los servicios de diseño.

¿Es necesario que el diseñador sea también educador? 

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Cambiando la forma de comunicarnos

Algo que hemos podido aprender a medida que construíamos identidades y colaborábamos en proyectos con nuestros clientes es que los «secretos y claves» del diseño no son de nuestra propiedad. Cuando trabajamos con nuestros clientes en sus proyectos nos volvemos parte del mismo; pero el proyecto debe su nacimiento a nuestro cliente, no a nosotros.

Por tanto, es imprescindible que el creador o creadores del proyecto puedan comprender los procesos que nosotros, como asesores y diseñadores de marca, ejecutamos a la hora de elaborar la identidad de su propuesta. Si ellos no lo entienden y no lo sienten como una extensión de su idea, el branding realizado no corresponde con la necesidad del cliente. 

No existe ningún beneficio en ridiculizar las propuestas o visión de nuestros clientes, como tampoco lo hay en criticar y usar a sus competidores como ejemplo de lo que «no hay que hacer». Demasiado soberbio para un oficio dedicado a servir y ayudar al público en la comprensión de un proyecto, una campaña de divulgación, el interior de un libro, etc.

Si creemos que el cliente no tiene por qué conocer nuestro trabajo y nos esforzamos por mostrarle nuestra metodología y procesos, podrá entender nuestro oficio y comunicarse con nosotros de manera más efectiva, lo que se traducirá en un resultado más eficaz. Si nos tomamos la molestia de hablar con humanidad y comprensión, nuestro cliente podrá tener un resultado diferenciador y relevante, y nosotros obtendremos un canal de comunicación sincero y honesto entre la marca y el creador o creadora de la misma. La transparencia, una vez más, es el camino.

¿Es necesario que el diseñador sea también educador? Bueno, no todos los diseñadores tenemos las capacidades necesarias como para saber educar como tal, pero sí está en nuestra mano poder tendérsela a aquellos que estén interesados en aprender. No sólo en pos del resultado de nuestro trabajo, si no para acercar el diseño al pueblo. Porque el diseño es, y siempre será, del pueblo y para el pueblo.